KYOTO. EL
ARULLO DE LUCIÉRNAGA EN EL JARDÍN JAPONÉS.
La luciérnaga aparece en la vida de cada uno, quien ha
sido perdido en la obscuridad de la vida. La luciérnaga lucha con tu silencio
frío … hasta que alguien de las dos no
desaparezca: La luciérnaga… o la
vacuidad en tu alma.
Parte I. En la
vacuidad de mí.
Dejado
en la resonancia del silencio, en el centelleo de los planetas lejanos, y si
nosotros atropezamos, dònde está aquella voz que nos levanta?
Dònde
está aquella luz, a la cual aspiramos en
la obscuridad?
El
jardín estaba mojado por la lluvia de la mañana. En el campo los niños jugaban en el fútbol. A lo largo de
las avenidas chorreaba tibia luz a las mesas de madera, donde frecuentamente los
viejitos jugaban en Gomoku. Y en este milagroso
y afable dia, yo estaba sentado en una de esas mesas, pensando del juego
que me tocaba jugar conmigo mismo.
Yo no ha notado, que por descuido movi una ficha – una piedrecita de la tabla, que se cayo de la mesa
directamente a una charca. Un poco gimiendo, me levante, he hecho un par de
pasos y me incliné hacia charca para recoger mi piedrita blanca. Cuando el agua
se ha tranquilizado un poco, yo pude ver mi
reflejo. Me miraban dos ojos, las arrugas en la cara ... yo vi a mi, vi un
viejito - anciano decrépito, de los años 75, los cabellos canosos, un
color ceniciento de la cara con el
sonroseo pequeño. Y Asi, mirando a mi reflejo estaba pensando: "mis ojos y
esta mirada, no se ha cambiado desde el aquel día, cuando yo …"
De repente, mis pensamientos se interrumpieron, en el reflejo del agua estaban
yo y una muchacha, que atentamente miraba a mi, o simplemente yo
estaba pensando asi y ella basicamente estaba viendo algo en la charca.
Su carita era seria, o, mas bien, triste.
Yo saqué la
piedrecita y me senté cerca, justo al lado de la charca, y ella se acerco a mi, sentando
frente a mi.
- Perdon, tenia curiosidad, a que estabas viendo allí – me pregunto la muchacha.
- Yo estaba viendo mi juventud, pero te he visto a ti – respondi yo
-Hmm – ella se ha sonreído un poco
Y yo estaba sentado ahi, en este momento… la miraba,
en su mirada había algo que ya hace
mucho no vi en mi … la vacuidad.
La muchacha
simplemente estaba observando algo en mis ojos
- Cómo? – habiendo suspirado, pregunto ella – cómo
usted, habiendo vivido hasta su edad y no perdio esta luz?
Un minuto después le respondi - Quieres jugar en
Gomoku?
Ella se levanto, sin decir una palabra. Nos hemos
sentado a la vieja mesa de madera, y yo puse las piedrecitas sobre la tabla. Se
empezo a gotear, la lluvia calida, pero ella no se levanto su cabeza hacia al
cielo, sólo tocó el cabello, quitando de
algunas gotas, y hizo el primer paso en el juego.
Recuerdo bien esta mirada – comence yo, moviendo
despacito piedritas. – en aquel tiempo yo tenia 35 años, era joven y no he
pensado de mi reflejo en el espejo. Esa historia me ha pasado hace muchos años,
cuando todavía vivía en Tokio, y lo que
pasó conmigo me ayudó a ver las cosas en
otra manera.
Y tras de la lluvia, comence mi historia .
***
La madrugada. Tokio.
El apartamento en la parte occidental de la ciudad, la
cama fría y yo … los sonidos del radio
me despertaron.
«El martes con el aroma del lunes. El servicio
meteorológico nos promete la lluvia caliente con los vasos de besos. Sería genial
permanecer sin paraguas … Buen día a todos, madrugadores!»
Radio DJ continuaba a decir algo, y yo queria ver la hora
en mi despertador. Las 6.30 de la mañana. Yo de nuevo acoste a la almohada,
mirando al techo. Así me la pase acostado algunos minutos, escuchando una
melodía del radio y tratando no fijarse
al texto de la canción, me sentía muy extraño. Ya era hora de levantarse e ir a
trabajar. Yo no sabía que es esto - el descanso … casi no sabía. La mañana
regular del martes: levantas, vistes,
bañas, preparas un desayuno, siempre un jugo y dos sándwiches, a veces
huevos.
Me sentaba en el tren de metro y llegaba hasta la
última estación y callando iba caminando hasta trabajo que se encuentra en 10 minutos del metro, caminando a pie. La
oficina, las mismas caras ... tristes, igual, como la mia, las conversaciones
inútiles, el café aguado, papeles, llamadas, de nuevo papeles, hora de comer …
se reunimos en una area para fumar, de nuevo las conversaciones inútiles
vacías, las historias del finde, un café aguado y a veces la comida del
restaurante cercano … y de nuevo los papeles, llamadas … hasta que llega la
tarde.
Cerrando la puerta, salgas. Alguien se va a la casa,
alguien sale a los bares a descansar, alguien
va a los refugios nocturnos de Tokio, y bien, sabes, son especiales, es
una capsula para acostarse y dormir, ni mas ni menos … y yo ... hmm, sabes, yo siempre iba al metro,
se sentaba en el tren, miraba a las personas en el. Alguien estaba dormido,
alguien comiendo o leyendo. A menudo observaba
los adolescentes, son tan pintorescos, a diferencia de las hormigas grises,
nosotros - adultos, sonríen, galantean.
Sí, lo mas que me gustaba es
observarlos, ellos me dan algo como un sorbo del aire libre, aguando mi
realidad, y, quiz ás, simplemente me acordaba de mi y yo extranaba por aquel tiempo, edad,
cuando me parecía que libertad esta en mis manos. Ya que en 17 años no hay
miedo, no sientes el dolor, y para ti no es importante, en que estas vestido,
simplemente te vistes por tu humor, como
te dice tu alma.
Así yo llegaba hasta la casa, visitaba una cafetería,
que esta en primer piso de edificio donde yo vivia, compraba la comida y volvía
al departamento. Habiendo acabado con la cena, me acostaba a mi sofá junto de la ventana y leía un libro,
yo tenia una regla, obligatoriamente leer un libro por una semana, solamente
escuchando los pensamientos y el
silencio de mi apartamento. Me imaginaba todo lo que era escrito en el libro,
así, me parecía, yo vivo.
Mis padres son de Inglaterra, mudamos a Japón ya hace
muchísimo tiempo, contra las tradiciones de mi familia, mi mamá y papá
me han dado un nombre japones – Ayko! Hmm, curioso, que se traduce algo como un
niño dulce. Ja! Vaya … dulce!
Pero yo soy solamente una persona simplemente gris,
que vive en una ciudad enorme, simplemente un idiota! Un idiota, porque se han
permitido seguir al corriente de la rutina, en vez de ir por mi propio camino.
A veces, cierro mis ojos, tratando de olvidar el dolor de cabeza, que empezaba
a molestarme cada vez más, e imagino que voy en un flujo con las mismas
hormigas grises, igual que yo, por una de las calles de Tokio. Y al instante,
me he imaginado que me paré, y las demás, son como los peces en la jamba fluyen
con una velocidad igual. Pero solo yo, estoy parado y no se muevo, miro a la banqueta
polvorienta y me fijé que ahi está una flor,
que se está tratando de cazar unos rayos del sol, que casi nunca llegan
a la tierra. Ahogando, yo estaba tratando de escapar de este rio, de personas
que fluyen y fluyen con ojos vacios,
pasando a través de la muchedumbre, tratando de aspirar a la flor, en la
cual haya mi salvamento, me parecia en este momento. Y solamente allí, estando
en el borde y mirando a este pequeño milagro de la naturaleza, comprendo que el
tiempo detuvo el paso, se congeló, y veo
que alredador de mi todo está corriendo
con una velocidad enorme. Y me salvé, y con terror en los ojos, veo donde
estaba yo, que yo era parte de esa mezcla…. asi pasaba mi vida. Yo necesitaba este descanzo, simplemente,
tenía que salir del camino para reconocerme,
que es tan importante para mi … cambiar algo. Pero mi dolor de la cabeza, de nuevo me devolvía en la realidad, y no podia dormir
mitad de noche, y en la mañana de nuevo
un desayuno, metro, trabajo, así vivia hasta aquel día, cuando al fin decidí
"salir del camino".
Recuerdo claramente aquel día nublado. La tarde del
viernes, regresaba del trabajo, esta vez el dolor de cabeza no me dejaba ni por
un minuto, estaba caminando como si en la niebla, a través de las calles
ruidosas hasta la estación de metro. El semáforo y luz roja, delante de mí iban
velozmente coches, los luces multicolores de la ciudad nocturna, conversaciones
y risas de las personas … cerré mis
ojos, sentí que yo no existia aquí, que soy no aquel Ayko que ahorita quiere estar en
la casa, tomar un té de tarde y leer un
libro, acostado en la sofá. Pero habiendo abierto los ojos, de nuevo me
encontraba en el ruido de las calles, rodeando por todas partes con la gente,
con la cual ya estaba cruzando la calle, dirigiendo a la entrada del metro. No
sé que, pero algo me ha hecho de nuevo pararse, oí una voz del niño, me volteé,
у he visto un muchacho, que repartia unas flayers de
publicidad. El se acercó y rápidamente me dio en la mano un papelito y se ha
desapareció en la muchedumbre. Eso era simplemente una tarjeta postal con la
publicidad de la tipografía local, y en la portada tenia una foto de Kyoto
antiguo. Yo estaba mirando a esa imagen atentamente, a las callecitas tortuosas, a los árboles y a las
personas, en el mismo instante, tenia tantas ganas ser una parte de esto, allí todo
era tan tranquilo, es atrayente, pensaba yo.
Doblé esa
tarjeta postal y la metí en el bolsillo
de la chaqueta, después me bajé al metro,
en el mismo instante, ya sabía a donde querría ir ahorita. Llegando al centro
de Tokio, y saliendo del tren fuí directamente
a la estación aeronáutica. En ese tiempo no habia mucha gente allí,
solamente unos dos-tres decenas de las
personas, y más los empleados que barren
tristemente el suelo. Me fuí al primer cajero, yo esperaba llegar al tiempo y
alcanzar a tomar tren hasta Kyoto. No me imaginaba que haré allí, donde
llegaré, pero sabía, que no quiero volver
a la casa, por lo menos ahora.
Por la pura suerte
no llegué tarde al último tren, que salía en 10 minutos, a las 10 de la
tarde, que llegaba al centro la Kyoto en medianoche. En el volante, que me
dieron en el cajero, estaba un hotel «New Jankiu Kyoto», invitando todos los
que deseen quedarse en la ciudad por un tiempo. El cajero amablemente me
dijo que en la estación se encuentra la
parada de los autobuses y, que yo puedo ir donde sea comprando una tarjeta de
transportes para un día.
Al fin ya estaba
en la estación, llego mí tren sinkansen. Me entré volando en el cupe, y encontrando mi asiento cerca
de la ventana derecha, a lo cual me caí, quería contemplar Fudziyama durante todo
mí viaje. El tren se fue, y ya en unos segundos tuvo velocidad de 300 km/h. Es
increible, la verdad! Pero estando adentro, esto no lo sientes! Tambien es
estupendo y el viaje por los túneles, cuales hay muchisimos al camino
de Tokio hasta Nagoyya. Ya comencaron a entregar la comida y las
bebidas. Yo pedí un café y después de acomodarme en mi asiento, saqué mi libro,
que aún no terminé leer. Por el horario
el tren debe llegar al centro de Kyoto aproximádamente en dos horas y yo tenía
bastante tiempo para gozar del libro, café y
camino.
Mas o menos en media hora, oí la voz del conductor, él
proponía a los que deseen, las revistas con
curiosidades de Kyoto. Pero en el cupe,
casi dormido, no reaccionaba a sus palabras. El muchacho con los
audiofonos en dos asientos de mi, tranquilamente dormió, los extranjeros: una mujer anciana con su marido tomaron la
revista y hablaron un par de frases en
inglés con el conductor. La pareja jovencita que estaba charlando todo ese tiempo, sin haber prestado la
atención que alguien se encuentra cerca de ellos.
Y yo también le pedí una revista, quise verla por lo menos para orientarme un poco, a donde moverse después. Viendo primeras cinco páginas, en las cuales había
pura publicidad, me llamó atención un artículo, en lo cual estaban diciendo
acerca de los exelentísimos jardines de
Kyoto. Leí sobre jardines del monasterio Tofokudzi, y acerca del castillo
Nidzio y, claro lo de un famoso dzhen-jardin - Rioandzhi, sobre aquel jardin
leía hace mucho en la universidad. Y en general, quien no sabe , este Jardín de
las piedras, que creaba las condiciones especiales para la autognosia, para el
humor interior de la persona. Siempre me sorprendía la arquitectura de esta creación: la
superficie llana cubierta con las piedritas blancas, y sobre ellas están unos
grupos de las piedras, son quince piedras, en general. En mi infancia, con mis
padres estaba en Kyoto, y hemos visitado este jardín mágico. Recuerdo bien mis
sensaciones, sentía la pureza y rigurosidad, impresión de la tranquilidad y un
silencio inolvidable, equilibrio y
armonía. Es curioso, no importa
como y donde vas a moverte en este jardin: por la veranda a la derecha o a la
isquerda, de quince piedras veía solamente catorce. Si es un misterio
escondido! Siempre me sorprendía, que complicación inagotable se oculta detrás
de algo tan lacónico, detrás de la simplicidad exterior. Por la leyenda, el
grupo central de las piedras designa la familia de los tigres que estan nadando
por el mar, y el jardín mismo visualmente se parece a las olas del mar, que
acarician las rocas, o igual, las piedras eran como unos picos de las montañas,
que asoman por el plumazo blanco como la nieve de las nubes, la multitud de
imágenes me aparecía en la cabeza, todo dependía de mi estado interior. Me
gustaba que en este jardín no hay nada que se cambia, que crece o que muere,
algo, en que podía influir el tiempo. Y ahorita mirando a la foto en la revista me imaginaba este jardín, tal, como lo veía en mi
infancia, como si estuviera aqui en el mismo tiempo, a la distancia de la mano
extendida, y me sentía granos de arena y
podía ver que se esconde detrás de la envoltura exterior de los objetos. Yo
sentía que estoy bajo del alto cielo, que soy una parte de todo esto, una parte
de la naturaleza, me rocío la lluvia, me cubre con el velo de la nieve, y a la
luz del sol, mi sombra se hacía mas azul-negro
y se desapareciaba en la vacuidad
del amanecer. El jardín, a pesar del estatismo imaginario, se cambiaba cada
instante, junto conmigo, era fino e inconfundible, como si me disolvía en la
naturaleza, en este jardín. En este momento me llegaron a la mente unas rimas
de un poema de mi poeta favorito:« Mirando a la luna, me convierto en la luna.
La luna, a la cual miro, se convierte en
mi ». Me casi cai en el sueño dulce, habiendo olvidado de mi dolor de cabeza,
pero me ha impedido la risa, aquella
pareja se alegraba de algo. El dolor ha
golpeado a mi cabeza con más fuerza, en
los ojos ha oscurecido, pero en un minuto me reocupere. Un sorbo de café frío,
y yo ya continuaba leer la revista. Mi atención era atraída por uno de los
jardines - Sayjodzhi, sobre cual yo casi nada oía, solamente sabía que es un Dzhen-Jardin más antiguo que los
demás jardines en la historia. Es un Jardin que para mí siempre era cubierto con
un gran misterio. En el artículo decían que este jardín cuenta con dos niveles:
la parte inferior es un jardín de musgos
y tiene un lago, y la parte superior - un paisaje seco.
Mientras que yo más leía, más me imaginaba que dos
Poderes principales de la naturaleza son sellados en aquel lugar, esta
personificación del comienzo positivo y negativo, de masculino y femenino.
Estando asi, reflexionando
sobre los jardines, inesperadamente sonó el tren, me levanté, miré a la
ventana, fue mi parada. Apresuradamente recogí
mis cosas y me corrí hacia la puerta de salida, el tren no tiene la
costumbre de estar mucho tiempo esperando, hasta tren japones corre. Saliendo
del cupe, me fuí al torniquete de la salida. Somnoliento celador de la estación checo mis boleto y me dejo ir.
Decidí quedarse en el mismo hotel que me
ha aconsejado el cajero en Tokio, ahora me urgía saber como llegar a ese hotel.
Saliendo de la estación, resulta que encontre unos choferes de camiones y ellos
me acompañaron a un lugar especial para el Taxi, encontrando un taxista, me subí
al coche y nos fuimos al hotel. Yo estaba en el taxi frío, no hubo mucho tráfico, que fue raro para mi,
despues de Tokio, yo estaba observando el paisaje tras de ventana, sin ver
prácticamente nada detrás de cristal, todo se juntaba en algo muy disforme y
deslucido por los faroles de la calle.
- Ya estamos, es
aquí – tranquilamente me dijo taxista
Le pagué y me salí en la parada, he notado que aquí
estaba un hombre anciano, que refunfuñaba algo a si mismo bajo la nariz, por un
momento me miró y de repente, de nuevo empezo a refunfuñar algo. Detrás de la parada, en 30 metros, he
visto un letrero del hotel, lo cual creo que se podría ver desde el cosmos, por
una cantidad de focos y luces, hasta que un invidente lo encontrará. Cuando yo
entré a dentro del hotel, en seguida, un
conserje me saludó, cerrando la puerta tras de mi. Detrás de recepcion había
una persona joven de veinte años y me
sonreía.
Ah, bienvenidooo!
Ud quiere un cuarto con la vista a la ciudad o a la ciudad? - Me ha
preguntado él y empezo a reír – me perdonen por la broma, simplemente
quería alegrarle un poco.
Me sonreí a la respuesta.
Gracias – respondí yo – un cuarto, por favor, con las
ventanas con la vista al jardín
-Аааа sí, sí, sí, es lo que veo, usted es todavía
mas bromista – ha dicho balbuceando el
muchacho y me dio las llaves del cuarto de número 703
– De aquel piso, y además con un telescopio,
probablemente verás los jardines de
Kyoto, solamente este telescopio no esta
incluido en el costo del cuarto – habiéndome guiñado, ha dicho administrador.
-
Genial!
– respondí yo, y me fuí al elevador.
Este nuevo hotel, probablemente, fue el único gigante
aquí, ya que Kyoto nunca se distinguía
de las altas construcciones. Pasando por el pasillo largo, rápidamente
encontré aquel cuarto, y entrando adentro, sentí como me ha golpeado a mi nariz
un olor raro, eso pasa solamente cuando en un local cerrado no viven mucho
tiempo. De prisa me acerqué a la ventana, y abriendola respiré aire fresco, con
olores de flores y montañas. Pero me soprendió, que en la habitación no ha
irrumpido el ruido de la calle, solamente un silencio extenso y el viento, que
movia las cortinas. Me caí en la cama, y no he notado como ya estaba en los
brazos de Morfeo.
Me hiciste sentir lo mismo que el personaje. Me gustaron las imágenes que describes.
ResponderEliminarEspero por la próxima entrega.
Gracias, Federico. me gusta describir los lugares, sentimientos de los personajes , todo esto ayuda a llevar al quien lee al relato, y por completo sentir lo que sienten mismos personajes
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