PARTE
II. LA OBSCURIDAD QUE ME LLEVA A LA LUZ
Los días más
oscuros en el año, claros deben hacerse por fin
Para la
comparación, no encuentro palabras – tanto tus labios son tiernos,
Solamente los
ojos no se atrevas a levantar, cuidando
mi vida tal cual.
Son más claros
que las primeras violetas, y mortales para mí.
Taxi se paró al frente de la estación, yo pagué al
taxista y salí del carro, con los pasos rápidos
me acercaba a la entrada de
central. La sombra de las ramitas de ciruela salvaje sobre mi cara se disolvía en el susurro del viento y mis
pensamientos. Un poco tocando con mi hombro a las personas que pasan de largo,
veía sus sombras en los rostros, disuelto en el susurro del viento mis
pensamientos, ya sabía que llegaré tarde al tren a Tokio.
Llegué a la plataforma solitaria, me sente al banco,
yo deseaba no pensar en nada, habiendo dejado todos los pensamientos en la
ciudad, deseaba sólo mirar a la plataforma desierta. Cubrí mi cabeza con un
gorro, y escondí mis manos en los bolsillos, estaba mirando al reloj de la
estación, que ya mostraba las 9 de la tarde. Y de repente, volteando mi cabeza,
la ví, justo al borde de la plataforma. Moviendo, como si un velero por las
olas, casi silencioso, sussurando con su vestido azul, ella, como si fuera un
nube en este silencio polvoriento que bajó a la tierra. La chica se acercó a mi.
-
Hola
– con una sonrisa ligera, ella me saludó, sentando al otro lado del banco
-
Hola
– también la saludé en voz baja
En la plataforma lucieron los faroles, pero lo que he
visto en estos ojos enfrente, era en mil millones de veces algo tan brillante,
que un día solar en las cuestas de Fudziyama. Así hemos estado algunos minutos
en el silencio pleno, llenando con la luz la vacuidad alrededor de nosotros.
El sonido del tren que se acercaba, se rompió aquel
silencio, y ella simplemente agarró mi mano y hemos ido, han ido juntos, sin
haber pronunciado ni una palabra, sin cualquier pensamiento , como si nos
conocíamos ya un millón de años, como si ella simplemente llegó en este mundo por mi, y yo la
esperaba, aunque éramos conocidos solamente unos minutos. Saliendo de la estación, pasamos de lo
largo de la calle, acercando a una cafetería, y nos paramos al frente de una de
las vitrinas, la cual ella tocó, suavemente tocando con los dedos este cristal, me parecía que sonaba la música en
vez del dolor de cabeza que me siguió por todos lados. El movimiento de sus
manos – es un baile eterno, la lengua del cuerpo, sin palabras hueras, que gritaba:
Mira! Mira! Que noche tan hermosa!
Y yo simplemente
miraba a ella, sonriendo, y ella es la única luciérnaga en este jardín de
cristal.
- Tengo un jardín favorito – un poco tímidamente ha dicho ella - Quieres,
mañana podemos ir para allá, te voy a regalar mis lugares favoritos.
Yo le respondi
que si, y nos fuimos de aqui, su mano en mi mano.
Cruzando una
calle, yo tomé un taxi, para regresar al hotel.
Allí yo
encontré el mismo conserje y el
administrador, sin palabras recogi mis
llaves y nos fuimos al elevador. En el cuarto estaba todo arreglado, la ventana
era cerrada. Nos hemos acostado en la cama, y yo estaba observando a ella, a su
mirada, y yo tenia tanto miedo cerrar mis ojos, por perderla, por miedo que si habro mis ojos
ella ya no va a estar aqui, conmigo, que se desaparezca, que esto es nada mas
mi illusión. Esta luz de sus ojos llegaba hasta la profundidad de mi alma, como
si ella fuera una luciérnaga en la oscuridad tenebrosa de mi abismo interior, y
ella simplemente acariciaba mi cabello y mi dolor se desaparacia junto con cada movimiento de sus dedos. Pero
lo más que temía yo, fue que cuando abriré los ojos, desaparecerá ella.
Imperceptible para mí, me caí al sueño.
Por la mañana me
despertó el canto de los pajaritos, abrí
mis ojos. La ventana ya estaba abierta, y sobre la peana estaban dos
pajaritos azules.
- Es para suerte
– ha dicho una voz femenina.
Moví mi
cabeza y de repente la ví … es ella, sí,
aquella chica del ayer estaba al lado de
la cama, sonriendo con ternura.
No abrazarla en
este momento, sería simplemente una tontería, estaba tan contento que ella esta
aquí, al lado mío, que esto no fue un sueño.
- Buenos días, Luciérnaga – yo dije animosamente , mientras
acercandome, metí mis dedos en su
cabello suave y fresco, sentí un aroma de hierbas del campo, manzanilla y
lilia.
- Ja-ja, buenos días, Ayko – riendose, dijo ella.
- Y bien, cuando
iremos a mi jardín? – Tocando con los dedos mi frente, me preguntó ella.
Me he enterrado
aún más profundamente en sus cabellos y ha respondido que sí, nos vamos en unos
dos, tres, cuatro ... emmm ... minutos? horas??
Ella de nuevo
sonrió, y riendose agarró mi cara en sus manos, mirando a mi con dos esos ojos
enormes y profundos como el mar verde.
Así hemos estado
acostado casi media hora. Alguien tocó la puerta y me tuve que levantar.
- Quién es? – pregunté, acercandome a la puerta
Tras de puerta
me respondió una voz baja - Es servicio de limpieza de los cuartos, quería
solamente preguntar si en una hora podria empezar la limpieza en su cuarto.
- Claro…
Y en fin,
tuvimos que levantarnos e irnos de aqui. En una media hora ya estabamos listos
para salir. Nos hemos bajado al primer
piso y estando en la entrada de hotel, tratabamos encontrar un taxi.
- Tu me digas a
donde nos vamos - sonriendo le dije yo
- Aha -
respondió ella, mordiendo una pera, que sacó de su bolsa. y me dio una manzana
verde.
Se acercó el
taxi.
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